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El silencio: clinamen

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Catálogo 

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El silencio: clinamen

CLINAMEN

La diferencia y la repetición ocuparon el lugar de lo idéntico y de lo negativo, de la identidad y de la contradicción. Pues la diferencia no implica lo negativo, y no admite ser llevada hasta la contradicción, más que en la medida en que se continúe subordinándola a lo idéntico (Deleuze, 2002).

Lucrecio[1], en De rerum natura,[2] utiliza la palabra clinamen para traducir la expresión griega kínesis katá perégklisin (movimiento desviado o inclinado: parénklisis), que sería lo opuesto al movimiento “meramente vertical.” (Herder, 2022).

El movimiento existe en todo, aunque sea imperceptible para el ojo humano. Según la física, el tiempo de Planck (o la época de Planck) es la duración del segundo cero al 10-43 segundos en donde “toda la masa del universo estaba contenida en una región del tamaño de la longitud de Planck, 10-33 cm.” (Xuan Thuan, 2018, pág. 184). Después, una explosión, el big bang hizo nacer al universo “a partir de un estado extremadamente pequeño, caliente y denso; desde entonces no ha dejado de crecer, diluirse y enfriarse, permitiendo emerger a la materia y surgir cuerpos cada vez más estructurados.” (ídem).

Según Xuan Thuan,[3] la mecánica cuántica[4] sostiene que el desorden es constante; sin embargo, los expertos en física sostienen que la teoría de la relatividad (Einstein) sí existió; pero, durante el tiempo de Planck, un tiempo de silencio, de calma. Después de dicho “reposo y orden” pasa al “desorden y confusión,” no existe “ni un arriba ni abajo, ni derecha o izquierda, ni delante ni atrás” (Ídem). La mecánica afirma que, después del tiempo de Planck, “deja de estar en calma y está sujeto a violentas fluctuaciones inherentes al principio de incertidumbre de Heisenberg. A estas escalas todo es fluctuación, movimiento o indeterminación” (Ídem). El principio de incertidumbre de Heisenberg plantea:

Cuanto más energética es una partícula, más corta será su vida; cuanto mayor es el préstamo de energía por parte del banco de la Naturaleza, más rápido tendrá que reembolsarse dicho préstamo. Así pues, en principio pueden existir partículas virtuales con tiempos de vida infinitesimalmente cortos y con cantidades de energía infinitamente grandes (Xuan Thuan, 2018, pág. 259).

Lo anterior confirma que, en efecto, hasta el material más denso al tacto, está en movimiento constante, es energía, contiene partículas, están vivas y, si las observamos, éstas responden; ahí, lo que a lo largo de la historia han sostenido distintas culturas confirma que, en efecto, todo está conectado a través del vacío: “Lo infinitamente pequeño alumbró lo infinitamente grande, y para comprender nuestro origen tenemos que comprender el origen del universo.” (Ídem., pág. 186).

            La teoría de cuerdas supone que “las partículas del universo –electrones, protones y otras– no son los componentes elementales y puntuales del universo, sino el resultado de vibraciones de otras entidades elementales llamadas <<cuerdas>>” (Ídem., pág. 193). Dichas cuerdas “poseen una extensión espacial infinitesimalmente pequeña, de 10-33 cm., (la longitud de Planck)” (Ídem); en apariencia, según esta teoría, todo estaría en calma, pero en realidad el movimiento es una constante gracias a tales vibraciones. Dicha teoría también asegura la existencia de “al menos seis o siete dimensiones espaciales suplementarias.” (Ídem).

La palabra <deflagración> también evoca la imagen de una enorme explosión con un estruendo ensordecedor. Nada más lejos de la verdad. En el vacío cuántico de los inicios, cuando la materia aún no había aparecido, no había ningún medio para transmitir las ondas sonoras. Por lo tanto, el universo nació en un silencio total, en una explosión rodeada de un silencio mortal. (Xuan Thuan, 2018, pág. 197).

Si “en el principio era el verbo,”[5] entonces también hubo un silencio total, umbral básico de la contemplación, no un silencio físico (de estar callado, sin hablar), sino un silencio interior en conexión con las vibraciones de la Teoría de Cuerdas, con el Qì, que son los Alientos Vitales descritos por China; el Mana de los melanesios, polinesios y hebreos; el Anima de los latinos; el Prana de los hindúes; el Pneuma de los griegos; Ki de los japoneses; Barakka de los musulmanes; que mantienen en equilibrio la energía: el Ying-Yang.

TODO TIENDE AL BALANCE

Todos sentimos intuitivamente que la naturaleza no puede funcionar de manera en cierto modo esquizofrénica, que no puede padecer un desdoblamiento del comportamiento, descrito por una teoría en determinada escala y, por otra, totalmente incompatible con la primera, en otra escala (Xuan Thuan, 2018, pág. 186).

Un árbol busca la luz pese a estar en la cueva más recóndita; dentro del desequilibrio visto, se encuentra una compensación de peso que no es posible observar (las raíces). Así como el árbol, el universo se sigue expandiendo en desequilibrio: no hay simetría, hay asimetría, pero, de alguna manera, se va compensando, existe un equilibrio en el desequilibrio.[6]

            Para Lucrecio, el Clinamen es el desvío mínimo el cual originará que los átomos choquen entre sí. La palabra griega átomo, significa “lo que no se puede dividir”. El Clinamen es el azar: gracias a un desvío súbito los átomos chocan unos con otros y la naturaleza logra manifestarse justamente como la conocemos; de lo contrario, si no existiese ese azar, caerían los átomos como una gran lluvia en un espacio vacío y nada existiría:

Cuando los cuerpos son llevados hacia abajo en línea recta a través de lo inane por sus propios pesos, aquellos, en un tiempo incierto y en lugares indeterminados, se desvían un poco de su curso, justo lo suficiente para que se pueda decir que el movimiento ha cambiado. Porque si ellos solieran declinar, todos, como gotas de lluvia, caerían de arriba abajo a través de la profundidad de lo inane; ninguna colisión habría podido llegar a darse, ningún golpe habría podido producirse para los primeros principios: de modo que la naturaleza jamás habría creado nada (Lucrecio, II, pág. 217-224).

Llevando el análisis a lo que conocemos, y continuando con el ejemplo de una gran lluvia, el desvío depende de muchas causas;  los factores que físicamente alterarían la caída de las gotas en el espacio en línea recta van desde la fuerza del viento, la caída interrumpida por algún objeto, el que se junte la gota con otra más pesada; puede haber un desvío súbito, el calor; y, por supuesto, el sonido varía conforme se acumule más agua en el suelo antes de que sea absorbido por la tierra u otra superficie; la densidad de la superficie condicionará su rápida o lenta absorción.

Jorge Wagensberg sostiene que “el azar es más un producto o derecho de la naturaleza que un producto de la ignorancia” (Wagensberg, 2002); en efecto, la naturaleza, al ser perfecta dentro de su imperfección –debido a su asimetría– funciona; prueba de ello es que la vida existe, los planetas giran, las estrellas brillarán el tiempo que vivan en este plano. En ciencia se le llama: equilibrio termodinámico, que puede cambiar súbitamente su composición para lograrse equilibrar y continuar funcionando.

LA REPETICIÓN

Para hablar de la repetición es necesario retomar las enseñanzas del Buda, donde el sonido de una misma sílaba o colocar varias velas, desencadena un estado, un trance que ayuda a conectar con el interior y liberar el cuerpo de toda carga que le impedía conectar con el flujo de energía.

            En arte, la acción y contemplación van de la mano. El artista, una persona que constantemente observa formas, percibe cómo la emisión de energía acaricia a un objeto haciéndolo sobresalir gracias a los volúmenes que, sin luz dirigida, no se verían; una masa que hace que un objeto tenga presencia; la música de la naturaleza, la simetría de la hoja de un árbol, el canto de los pájaros, el sonido de una tormenta, la caída de una gota de agua en un charco. Todo es movimiento constante, hay conexión, hay energía; y todo ese flujo de vida en constante regeneración, el artista lo capta con sus sentidos gracias a su intuición, los absorbe mediante la contemplación, y lo expresa a través de un dibujo, pintura, escultura, grabado, fotografía, arquitectura, música, danza, performance e instalación: la acción.

Una de las coincidencias que tienen muchas prácticas místicas y la creación artística consiste en la repetición. Al repetir una oración varias veces o acelerando el ritmo cardiaco, se genera en el cuerpo una conexión con el interior, existe un vaciamiento y se crea un trance. El organismo se encuentra liberado, el vacío ayuda a conectar con el silencio y el mutismo permite escucharse, fluir y percibir mejor el entorno gracias a la contemplación.

En la creación artística, el sonido también funge como un factor importante debido a que genera estados que normalmente ayudan a conectar con la obra que se está haciendo. Así, el decidir qué material funcionará para desarrollar la idea deseada conlleva pasos necesarios que, si se realizan conscientemente, es posible hacerlos como un acto meditativo, como un ritual. Al repetir un tono, una forma o colocar distintos objetos similares agrupados con una intención, el observador entrará en un estado de contemplación, podrá sentir algo similar a lo que el artífice sintió al crear dicha obra de arte. La cultura islámica logró magistralmente la repetición para conectar con lo inefable.

LA DIFERENCIA

            Gilles Deleuze, en Diferencia y repetición (2002), sostiene que existe una simulación producida por un “efecto óptico” como resultado de la “diferencia y de la repetición” (Deleuze, 2002, pág. 16). Deleuze comenta que, en la vida moderna, en cuanto percibimos o sentimos repeticiones nos enfocamos en “pequeñas diferencias, variantes y modificaciones”. En efecto, el ser humano es rutinario, pero la misma repetición terminará por alterarlo o anularlo; por ello, busca constantemente una variación que le permita romper con la monotonía: “La tarea de la vida consiste en hacer coexistir todas las repeticiones en un espacio donde se distribuye la diferencia” (Ídem).

           

             La repetición tiene variaciones, muchas veces imperceptibles que, en definitiva, varían dependiendo del aquí y del ahora. Deleuze afirma que la naturaleza ­se encarga de modificar la energía (gracias al equilibrio termodinámico); esto le permite no tener centro, un desplazamiento con repeticiones, pero también con diferencias.

EL SILENCIO Y EL RITUAL

             Byun-Chul Han, en La desaparición de los rituales (2020), destaca que “al tiempo le falta hoy un armazón firme, el tiempo que se precipita sin interrupción no es habitable.” (Han, 2020). Todo es acelerado y, por ende, nada permanece: todo es desechable, justo por eso Han hace mención de la crisis que se vive en la actualidad, se han perdido los rituales que le daban sustento a la vida.

David Le Breton menciona la importancia del rescate de la palabra para restaurar la conversación, pero a su vez, al rescatar la palabra se debe restaurar el silencio. Por supuesto, al existir un dominio pleno del ruido, de la imagen, de la saturación de información, se ha roto el diálogo.

             La creación artística está muy ligada al silencio. Por silencio se entiende como aquel estado interior de conexión con uno mismo en donde se logra un vaciamiento y así, el contacto con el exterior a través de la contemplación es evidente ayudando al artista a expresar claramente la idea deseada; para un monje es un estado que le permite conectar con la deidad en la que creen, pero a partir del Yo interior. Muchas sectas utilizan la meditación para ligar su yo mental/corporal con el yo espiritual. El artista, como el monje, tienen rituales que les permiten conectar con su interior, con el entorno, y con lo que los antiguos sabios orientales llamaban: alientos vitales, lo cual es una energía que está en todo.

              Lo anterior tiene que ver con la contemplación y la acción, en donde hay algo que se percibe, pero no se sabe qué es, lo “místico” como sostiene Wittgenstein. Al conectar los sentidos con dicho espacio, se genera en el interior una especie de conexión, ¿con qué? con lo inefable, con la energía que se buscó generar con la arquitectura, la ambientación y los cuadros; dicha sensación se puede expresar en un lienzo, en un grabado, en una composición musical; pero el resultado no necesariamente será sencillo (digerible a primera vista). Como sostiene Rothko, el espectador tomará las distintas partes y las unirá a sus propias sensaciones y la conexión se dará, la obra estará completa, pero claro, se requiere que el observador tenga una apertura, que se anime a hacerse preguntas, que llegue vacío (o permita un vaciamiento interior durante la experiencia) y se deje nutrir por las sensaciones planteadas por el autor.

 

               El agua cae, las gotas se unen en un gran charco que melódicamente están entonando una canción llevada por cada onda de agua movida por la lluvia. Se empapa todo, la naturaleza agradece las gotas de rocío que caen en toda la montaña, no es un tono cualquiera, es un verde alegre que el lugar recibe con placer. La neblina cubre parcialmente a las montañas, el río sigue su cause, el agua fluye, los ciclos de la vida continúan.

               La contemplación es silencio, y el silencio es contemplación. Es en la contemplación del silencio en donde se dan las claves para la posterior acción, la cual contiene una Idea clara de lo que se va a realizar. Ahora: contempla y sé silencio.

 

ARS2022.

 

 

 

[1] Tito Lucrecio Caro (en latín: Titus Lucretius Carus; c. 99 a. C.-c. 55 a. C.) fue un poeta y filósofo romano (Lucrecio, 2012).

[2] De rerum natura, escrito hacia el año 50 a.C. (Lucrecio, 2012).

[3] Trinh Xuan Thuan (20 de agosto de 1948) es un astrofísico y escritor vietnamita-estadounidense (Xuan Thuan, 2018).

[4] La física que describe lo infinitamente pequeño (Xuan Thuan, 2018, pág. 184).

[5] Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18.

[6] A menudo insisto en esa reflexión en mi propia obra y en las clases que imparto.

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